viernes. 29.03.2024

Diez refugiados hicieron historia en los Juegos Olímpicos de Río  compitiendo como miembros del primer Equipo Olímpico de Atletas Refugiados. No ganaron medallas, pero sí los corazones del mundo entero.

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(Foto: ACNUR/Benjamin Loyseau)

El COI ha prometido continuar su apoyo financiero a los diez atletas hasta los Juegos de Tokio. Pero... ¿qué les ha sucedido desde entonces? ¿Dónde están ahora y qué están haciendo? ¿Cómo ha afectado la experiencia sus vidas?

 

Tegla Loroupe, 43 años, Kenia, líder del Equipo

Es un ejemplo de determinación, perseverancia y humildad. Nombrada Persona del año 2016 de las Naciones Unidas en octubre. "Me sentí muy honrada, sentí que valió la pena". La keniana admite que la idea de que los refugiados participaran en los Juegos Olímpicos parecía inconcebible al principio. "Cuando empecé a hablar con ACNUR, la idea de que los refugiados fueran a los Juegos estaba fuera de límites, pero queríamos hacer algo por la paz". Lo solicitó al Comité Olímpico Internacional y, meses después, se llevaron a cabo pruebas en los campamentos de refugiados de Kenia. Sabía que la preparación de los atletas no sería una tarea fácil. 

La confirmación de que por primera vez habría un Equipo Olímpico de Atletas Refugiados, la acogida entusiasta que recibieron en la ceremonia de inauguración en Río y el mensaje de aliento del Papa Francisco fueron momentos históricos para ella.

Espera que el éxito la ayude a mejorar su centro de entrenamiento en Nairobi. "Ya se nos ha abierto la puerta. Como resultado, algunos de nuestros atletas se han convertido en embajadores y portavoces". 

Tegla abraza el apodo de "madre de los sin madre", como es llamada por los atletas. "Nunca voy a decir no a este nombre, me siento orgulloso de ser su madre. Estas personas no pidieron ser refugiadas".

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(Foto: ACNUR/Benjamin Loyseau)

 

Yusra Mardini, 18 años, Siria, 100 metros libres

Desde que compitió en Río, la nadadora siria de 18 años se ha dirigido a los líderes mundiales, se reunió con el Papa Francisco y fue honrada con una serie de premios. Ahora está entrenando duro para lograr su sueño de clasificarse para los Juegos de Tokio. Los rigurosos entrenamientos y competiciones ya dominan el calendario de Yusra. En caso de duda, la encontrarás en la piscina.

"Desde Río he estado entrenando duro", dijo Yusra a ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados; "pero también he estado pensando mucho en lo que puedo hacer para ayudar a los refugiados de todo el mundo".

Yusra sigue preocupada por su patria, Siria. Gran parte de su familia extensa todavía está en Damasco, viviendo en circunstancias difíciles.

Su propia experiencia de huida y éxodo la habían impulsado a ayudar a mantener el tema de los refugiados como una de las prioridades del mundo. Está interesada en desarrollar habilidades como oradora motivacional, basándose en apariciones de alto perfil, como un discurso en la Cumbre de la ONU sobre Refugiados y Migrantes en Nueva York en septiembre pasado.

"Lo más importante en mi vida es nadar. Además, hablar y hacer cosas para ayudar a los refugiados vendría después. Por supuesto, estudiar es muy importante, pero siento que hay mucho más que hacer con hablar al mundo en este momento".

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Yiech Pur Biel, 21 años, Sudán del Sur, 800 metros

Para Yiech Pur Biel, los Juegos hicieron más que permitirle mostrar sus proezas deportivas en un escenario mundial. Fue una experiencia increíble que lo volvió a conectar con su familia después de casi doce años.

Había sido separado de ellos cuando huyó de Sudán del Sur en 2005. Por las redes sociales, su madre se enteró de que estaba en Río y, con la ayuda de ACNUR, logró restablecer el contacto. "Fue algo increíble hablar con mi madre después de doce años", dijo.

De 21 años, ha asumido el papel informal de embajador de refugiados. "También tengo otra familia, una de refugiados, una de 65,3 millones de personas". Ha estado ocupado desde Río, pasando de un evento de alto perfil a otro. Desde su asistencia a la Cumbre de Líderes sobre Refugiados hasta la entrega de la petición del ACNUR #ConLosRefugiados en la Asamblea General de la ONU, su mensaje ha sido el mismo: un refugiado es una persona como todas las demás. Su experiencia le ha dado grandes oportunidades: "Ahora tengo la oportunidad de compartir mi historia y esto ha motivado a muchas personas. Viajar me ha dado espacio para compartir mi historia con el mundo".

Está entrenando duro para Tokio 2020, donde espera superar el récord mundial de 800 metros del atleta keniano David Rudisha, a quien considera un modelo a seguir. "Cuando conocí a Rudisha en Río, le dije que rompería su récord en Tokio. Me animó y me dijo que lo hiciera, que lo rompiera".

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Rami Anis, 25 años, Siria, 100 metros mariposa

"Mi vida, de hecho, ha cambiado", dijo el nadador sirio mientras reflexionaba sobre los meses transcurridos desde los Juegos. "Las Olimpiadas fortalecieron mi determinación. Ahora quiero concentrarme en competir". De 25 años, dijo que las ofertas de los medios de comunicación y los mensajes de apoyo de celebridades habían seguido inundando su página de Facebook. Sentado en el sofá en su traje deportivo bebiendo té, Rami dijo que había disfrutado de la experiencia de Río, aunque fue estresante en ese momento. 

En Bélgica, su municipio reconoció su logro en una ceremonia especial y habló con los niños refugiados sobre el desarrollo de sus talentos y la búsqueda de sus sueños.

Rami dijo que ha mejorado su tiempo en la piscina. En Río nadó la prueba de 100 metros mariposa en 56,2 segundos y desde entonces ha disminuido más de un segundo de su tiempo. Sabe que para clasificarse para los Juegos de Tokio necesita estar por debajo de 54 segundos y esa es su meta.

El pago mensual de Rami va hacia las cuotas del club, los campamentos de entrenamiento y la participación en competiciones, así como para sus compras. Visa le ha otorgado una subvención única de patrocinio. "Se hicieron promesas en Río, así que sabía que habría apoyo, pero no pensé que sería tan generoso".

Todavía encuentra el lenguaje y la cultura en Bélgica un desafío. Fuera de la piscina, pasa parte de su tiempo libre con sus compañeros. Acaba de completar un curso de integración con su hermano y padre, donde aprendió sobre la vida en Bélgica, y cómo integrarse y encontrar trabajo.

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Yonas Kinde, 36 años, Etiopía, maratón

Desde sus primeros Juegos, su vida ha cambiado. El cabello muy recortado que tenía cuando cruzó la línea de meta en Río se ha convertido en un pequeño afro. Él dice que lo dejó crecer "porque hace frío" en la pista de Luxemburgo. Esta es sólo una forma en que el maratoniano se está adaptando a su nueva vida. Está asistiendo a clases de idiomas y está cómodo charlando tanto en luxemburgués como en francés. También comenzó a entrenar a Abiel, un eritreo de 23 años."Después de una carrera le hablé y le dije: Tienes que entrenar conmigo".

Yonas ha conseguido un contrato de entrenamiento en un complejo deportivo de Luxemburgo, donde utiliza las técnicas de masaje y fisioterapia que estudió en Etiopía. Su esperanza es que la experiencia conduzca a cosas más grandes. "Mi situación es muy difícil. Mi familia todavía está en Etiopía. Mi objetivo es tener un trabajo con contrato [a tiempo completo]... Quiero traer a mi esposa y a mi hija a Luxemburgo". 

Aún no está claro si lograr este objetivo familiar estará a su alcance, pero Yonas es optimista sobre otro objetivo: Competir en Tokio. Aunque tendrá 40 años. Quiere representar a Luxemburgo y por esto está solicitando la ciudadanía.

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(Foto: ACNUR/Benjamin Loyseau)

 

Anjelina Nadai Lohalith, 21 años, Sudán del Sur, 1.500 metros

Viajar a los Juegos fue la realización de un sueño que tuvo desde que era una niña: volar. La corredora de 21 años se sintió abrumada por la bienvenida que recibió el Equipo en Río. "Cuando fuimos recibidos por la multitud, fue tan emocional para mí que lloré", dijo. 

Llevar a cabo recados para su madre cuando era niña en Sudán del Sur implicaba correr mucho, algo que tomó casualmente en ese momento. Su vida ha cambiado desde que corrió los 1.500 metros de Río. "Para mí fue como un sueño, porque nunca pensé que un día, una vez, sería capaz de correr así", dijo.

Se está concentrando en Tokio. Desde Río, ha viajado a Uganda y Canadá donde asistió a la Cumbre Mundial de One Young en Ottawa. La cumbre es un foro mundial para líderes juveniles que discuten temas globales y desarrollan soluciones para enfrentar los retos del siglo XXI. "Realmente se ha convertido en una gran oportunidad para mí para animar a muchas personas en el campamento de refugiados, quienes ahora tienen mucha esperanza", dijo.

Su mensaje era claro, especialmente para las jóvenes refugiadas. "Si otros pueden romper el récord mundial, ¿qué me impedirá romper el récord mundial?. Es una cuestión de ignorar la condición de ser un refugiada y concentrarse en su vida".

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(Foto: IAAF)

Rose Nathike Lokonyen, 23 años, Sudán del Sur, 800 metros

Para Rose Nathike Lokonyen, de 23 años, su aparición en los Juegos, cuando encabezó el equipo de refugiados en la ceremonia de apertura, fue un milagro. "Los Juegos Olímpicos fueron increíbles", dijo. "Cuando fui elegida portadora de la bandera y marchamos al Estadio Maracaná, personas de todo el mundo nos animaron".

La experiencia fue la primera, no sólo para Rose, sino también para los refugiados de todo el mundo. Desde entonces se ha entrenado con determinación de acero, con el objetivo de mejorar sus tiempos en su especialidad elegida de los 800 metros. "Corrí con Caster Semenya (ganadora de la medalla de oro de 800 metros de mujeres) y tengo que entrenar duro para poder alcanzarla", dijo. 

Rose está interesada en continuar sus estudios y está interesada en computadoras y desarrollo comunitario. Ha viajado a países como Suiza y Suecia. En Suecia, conoció al Papa Francisco, quien realizó una visita de dos días al país como parte de la conmemoración del 500 aniversario de la Reforma Protestante. "Fue increíble porque me estrechó la mano".

Se siente motivada para animar a otros. "Sé que ser un refugiado no significa que no puedas hacer nada que otros estén haciendo. Es sólo una condición".

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(Foto ACNUR / Susan Hopper)

 

James Nyang Chiengjiek, 28 años, Sudán del Sur, 800 metros

Para James Nyang Chiengjiek, uno de los momentos más destacados de su experiencia en los Juegos fue conocer a la estrella del fútbol brasileño Neymar. "Nos dijo que olvidáramos la vida por la que habíamos pasado antes y nos centráramos en lo que queriamos ser en el futuro", recordó; "trabajar duro y respetar a los demás".

James, de 24 años, que ahora vive en Kenia, cree que el deporte puede llevarlo más lejos de lo que jamás había imaginado. "Si te tomas el deporte en serio, puede hacerte... alguien mejor", dijo. "Puede unir a la gente y hacer que la gente tenga paz entre sí". Tiene su mirada en el Mundial de Atletismo de 2017 y espera que otros refugiados también tengan la oportunidad de competir. "Estoy deseoso de que más gente en los campamentos de refugiados vaya a estas carreras porque, como refugiados, tenemos que trabajar muy duro para pasar al siguiente nivel". Su objetivo es correr en los 400 metros en Tokio 2020, que ve como el desafío final. "Mi sueño siempre es ganar oro", dijo. "Sé que muchos están deseando ese oro y para mí es una cuestión de creer en mí mismo y de trabajar muy duro".

También espera continuar estudiando ingeniería. Él sabe que otros le miran y quiere emular a su mentora, la corredora de distancia Keniana Tegla Loroupe, líder del equipo. "Quiero ayudar a otros jóvenes refugiados en los campamentos", dice.

(Foto: ACNUR)

 

Paulo Amotun Lokoro, 24 años, Sudán del Sur, 1.500 metros

Paulo Amotun Lokoro sonrió al recordar su experiencia olímpica. "Fue increíble para mí como refugiado experimentar tantas cosas y conocer gente diferente de diferentes nacionalidades", dijo. En sus 24 años, nunca había estado en ninguna parte, excepto en Sudán del Sur y en el campamento de refugiados de Kakuma en Kenia. Su éxito en la carrera le valió un puesto en el Equipo Olímpico y un lugar en la carrera de 1.500 metros.

Admite que le impresionó el legendario estadio Maracaná y que se intimidó al ver caras famosas en la alineación. "Conocí a campeones que sólo he visto en la televisión y he oído hablar en la radio. No sabía si sería capaz de correr con ellos, pero tenía que ser duro y hacer lo mejor ", dijo. 

Paulo está decidido a mejorar en la pista y competir en Tokio con renovada energía como corredor de maratón. Espera terminar sus estudios y apoyar a su familia en Sudán del Sur. Sobre todo, quiere hacer que los refugiados en todo el mundo se sientan orgullosos. "Antes de los Juegos Olímpicos no tenía mucho entrenamiento y llegué a Río", dijo. "Ahora con más tiempo para entrenar, creo que puedo convertirme en un gran corredor y hacer que los demás refugiados se sientan orgullosos".

 

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 (Foto: ACNUR / Alessandro Penso)

 

Popole Misenga, 24 años, República Democrática del Congo, yudoca

Desde el final de los Juegos, Popole Misenga, de 24 años de edad, se ha preocupado por la posibilidad de reunirse con sus hermanos que todavía viven en la República Democrática del Congo. Justo antes de los Juegos, se quebró en llanto durante una conferencia de prensa al hablar sobre la falta de contacto con sus familiares desde su infancia. Dijo que esperaba algún contacto con ellos como resultado de su participación en los Juego, y sucedió. "¡Estoy vivo! ¡Estoy vivo!" Gritó en su teléfono móvil cuando recibió una llamada de uno de sus hermanos. "Esto fue lo más importante para mí desde el final de los Juegos. Quiero llevar a mis dos hermanos y una hermana de la RDC a Río", dijo. "Ellos también merecen la oportunidad de reconstruir sus vidas en otro país", dijo a ACNUR.

Popole solicitó asilo en Brasil después de viajar allí para competir en el Campeonato Mundial de 2013, junto con Yolande Mabika. Ahora vive en Brás de Pina, una comunidad pobre en las afueras de Río. Con Tokio 2020 en mente, entrena de lunes a sábado con el mismo entrenador que lo preparó para los Juegos de Río. "No tuve tiempo suficiente para prepararme para los Juegos Olímpicos de Río. Pero voy a tener cuatro años hasta el 2020, y quiero competir en Tokio por una medalla", agregó, a pesar de no saber si habrá otro Equipo Olímpico de Refugiados y si él sería parte de él.

Otro factor importante en su vida fue convertirse en padre en noviembre. "Tengo una vida más estable y soy capaz de apoyar mejor a mi familia", dijo. "También quiero ayudar a los niños de la RDC, porque conozco las dificultades que están enfrentando allí. Es parte de mi deber apoyar a los jóvenes a través del deporte".

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Yolande Mabika, 28 años, República Democrática del Congo, yudoca

Todos los días, antes de partir para el entrenamiento en el mismo instituto donde se preparó para los Juegos, Yolande Mabika visita su página de Facebook. Su vida social ahora está más ocupada. "Ahora soy una persona más genial de lo que solía ser, sonrío más", dijo a ACNUR. "Antes, la tristeza era parte de mi vida".

Incluso con una exigente rutina de entrenamiento de lunes a sábado, que incluye un curso intensivo de portugués, Yolande, de 29 años, encuentra tiempo para asistir a actos como almuerzos y eventos promocionales con empresas que patrocinaron los Juegos.

Solicitó asilo en Brasil después de viajar allí para competir en el Campeonato Mundial de 2013. Con una subvención del COI y otros patrocinadores, ha podido pasar de una habitación compartida a una casa nueva, donde vive sola. Ella planea establecer una organización para proporcionar actividades deportivas, principalmente yudo, a niños vulnerables. "Los deportes han sido parte de mi vida y estarán conmigo para siempre". Sin embargo, el idioma sigue siendo una barrera. "Para establecer mi organización, necesito tener un título académico. Esto es difícil, pero llegaré allí”. Con el apoyo de su entrenador, está asistiendo a algunos de los profesores del instituto donde entrena. También actúa como voluntaria en actividades que apoyan a poblaciones vulnerables en Río.

Recientemente, trabajó como camarera en un restaurante dirigido por un cocinero sirio refugiado que proporcionaba comida para personas sin hogar. "Cuando llegué a Brasil, muchas personas me ayudaron a conseguir comida", dijo. "Ahora es mi turno de ayudar a los más vulnerables".

Representar una causa sigue siendo un sentimiento fuerte para Yolande. "Todavía estoy representando a los refugiados, y todavía soy parte de esta historia".

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(Fuente: ACNUR, con información de Warda Aljawahiry de Bélgica, Josie Le Blond de Alemania, Alex Court de Luxemburgo, Luiz Godinho y Diogo Felix de Brasil, y Catherine Wachiaya y Mary Theru Wambui de Kenia)

La nueva vida de los refugiados olímpicos