viernes. 19.04.2024

Combatiendo por la paz

Popole y Yolande conocieron el horror de la guerra en su país, la República Democrática del Congo. Separados de manera violenta de sus familias, ahora viven el sueño olímpico en un centro de entrenamiento de Rio de Janeiro. Aspiran a formar parte del equipo de refugiados del COl que competirá en los Juegos. 

 

refugiados_congo_atletas_alexferro.30032016-3565_0

Llegaron a Río de Janeiro a finales de agosto del 2013 para competir en el Mundial de judo. Sin siquiera competir, Yolande Mabika, de 28 años, decidió huir del hotel donde se alojaba la delegación congolesa. "Nos dejaron solos, sin dinero y sin comida", dice. Sin saber portugués, caminó por el centro de Río, abordando a todos los afroamericanos que encontraba. Dos días después, y tras una noche durmiendo en la calle, contactó con la favela donde vive parte de la comunidad congolesa. Mandó a una persona al hotel en busca de Popole Misenga, de 24 años, que había sido eliminado en el primer combate. "Cuando perdíamos, los entrenadores nos obligaban a dormir en celdas", recuerda.

Solicitaron oficialmente refugio a través de Cáritas. Pasaron dos años con poco tiempo para dedicarse al deporte.Yolande trabajó limpiando máquinas de cortar verduras. Popole fue auxiliar de carga de camiones. Sin patria para defender, trabajan en el núcleo Jacarepaguá del Instituto Reação, en la zona oeste de Río, para lograr algo extraordinario: participar en los Juegos como parte del primer equipo de atletas refugiados del COI, que será anunciado en junio. Han firmado su carta de intención para participar del programa Solidaridad Olímpica. Reciben ayuda financiera y orientación técnica en el Instituto Reação, una ONG capitaneada por el medallista Flávio Canto, figura del judo brasileño. "Es mi sueño, el sueño de muchos africanos. El Comité nos comprendió como seres humanos y nos está dando esta oportunidad. Voy a luchar por todos los refugiados", dice Popole.

refugiados_congo_atletas_alexferro.30032016-3586_0

Yolande llora al recordar a sus cuatro hermanos, con quienes no ha tenido contacto desde su infancia en Bukavu. "No sé si están bien, si están vivos”. Cuando apenas tenía diez años, fue separada de su familia. Vagó por las calles hasta ser rescatada por militares, embarcada en un avión y trasladada a un estadio en Kinsasha, donde permaneció meses junto a otros niños y adultos. Poco después comenzó con las clases de judo. "Eran muchos niños. La gente tenía que pelear por todo. Vi el judo como una forma de defenderme y sobrevivir". 

A los seis años, después de que su madre fuera asesinada en Kisangani, Popole huyó a la selva. Estuvo varios días deambulando, hasta ser rescatado por un barco y llevado a Kinshasa. Atrás quedaron sus tres hermanos, sobre los que nunca más tuvo noticias. "Tengo mucha añoranza, de ellos y de algunos amigos que me ayudaron después en el Congo. Quiero hacerlo bien por ellos", dijo. Se proclamó campeón nacional y medalla de bronce en el Campeonato africano sub-20 de 2010.Miles de niños fueron separados de sus familias por los conflictos en el nordeste del Congo. El deporte fue una de las salidas que el gobierno encontró para los huérfanos. Según Naciones Unidas, la expectativa de vida es apenas de cuarenta y ocho años para los hombres, y de cincuenta y un años para las mujeres. La guerra que arrasó el segundo país más grande de África y el undécimo del mundo en extensión dejó más de cinco millones de muertos. Desde entonces, la violencia de las milicias y las guerrillas golpea periódicamente algunas regiones.

refugiados_congo_atletas_alexferro.30032016-3639_0

(Fotos: Rio 2016/Alex Ferro)

En Rio viven unas 900 personas originarias del Congo, el país con más refugiados. Yolande vive con una amiga y los hijos de ésta. Popole, con su pareja, su hijastro y un hijo brasileño de algo más de un año. Entrenan tres veces por semana bajo supervisión de Geraldo Bernardes, un técnico que lideró al equipo brasileño de judo en cuatro Juegos, y cuentan con el trabajo de un equipo multidisciplinar. La adaptación no fue siendo fácil. Con la agresividad a flor de piel, tuvieron que amoldarse al fair-play vigente entre los compañeros de entrenamiento. "Les dije que no era una lucha a golpes. Estaban acostumbrados a ser castigados, les maltrataban cuando perdían", explica el entrenador. El objetivo es mejorar su dinámica de competición y adaptarse a las reglas del deporte: "Son joyas a pulir. Si fueran a los Juegos, solo habrán tenido dieciséis meses de preparación adecuada. Trabajamos en busca del tiempo perdido". "Soy un guerrero, pero entendí que aquí entreno entre amigos", reconoce Popole. "Es muy diferente del judo que aprendemos en África. Pero ya me habitué al estilo brasileño", añade Yolande.

"Conseguí salir de un país amenazado por la guerra, pero aún estoy buscando la paz. Agradezco a Dios todos los días al despertarme por haber sobrevivido un día más", afirma Popole; "quiero ganar una medalla e inspirar a los refugiados de todo el mundo. Después quiero seguir aquí. Dios puso mucha magia a esta ciudad". Yolande también quiere seguir disfrutando de la ciudad, viviendo del deporte o de alguna profesión relacionada con él. "Si me pongo a recordar, voy a quedar mal de la cabeza. Quiero pensar en Brasil como mi casa. Nunca voy a olvidar cómo me recibió".

(El reportaje completo, aquí)

Combatiendo por la paz